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Es hora que me escuchen : el peligro de los narco-estados / Eduardo Alberto Duhalde.

Por: Tipo de material: TextoTextoDetalles de publicación: Buenos Aires : Universidad del Salvador, 2011Edición: 2a edDescripción: 234 pISBN:
  • 9789505921485
Tema(s): Revisión: El daño que el uso de drogas es capaz de producir en la sociedad y especialmente en la juventud ha sido desde siempre una de las prioridades en la carrera política de Eduardo Duhalde, quien en este libro ofrece el relato en primera persona de su largo camino recorrido buscando soluciones para esta problemática. Comienza en 1984, cuando los primeros casos de adolescentes que aspiraban pegamento llegaron a los oídos del por entonces joven intendente de Lomas de Zamora. Así, el presente texto es casi un diario de viaje donde se registra un período de más de 20 años que contiene cada uno de los aciertos y desaciertos, los avances y retrocesos de una incansable búsqueda de respuestas, así como también la obra deja ver la determinación para obtener consenso en la aplicación de medidas conducentes. De acuerdo con lo narrado, es difícil saber qué tarea representa mayores dificultades: si poder articular un mecanismo multidisciplinario que ayude a combatir el tema de las drogas o si poder despertar en los colegas políticos la preocupación necesaria que el problema requiere. El libro se abre con un capítulo que aporta una pequeña lección de historia: la guerra del opio que sufrió principalmente China durante el siglo XIX. La elección de esta página poco conocida de sucesos que ocurrieron hace más de un siglo no es solo ilustrativa, sino aleccionadora, ya que repasando el origen y la resolución de los hechos podemos imaginar episodios similares muy cercanos en el tiempo. El suceso histórico puede considerarse como un reflejo inquietante acerca de cómo en las guerras contra las drogas pueden repetirse los mismos errores. Cambian las sustancias y los protagonistas, pero ante la enorme potencia comercial del narcotráfico y su gravitación en el mercado mundial, los esfuerzos de los gobiernos parecen tener en común un destino de fracaso. Duhalde hace hincapié en una serie de cuestiones que son fundamentales para entender cómo funcionan los engranajes del fenómeno del consumo de drogas y cuáles deberían ser los métodos a considerar para combatirlo. Por un lado, señala que la droga es uno de los pocos problemas de alcance global que afecta a todos los países del mundo sin excepción y, por lo tanto, lo más lógico sería desarrollar (mas allá de las diferencias) una tarea conjunta. Después de todo, una de las sensaciones que las naciones pueden compartir con respecto a esta lucha es la impotencia y la falta de avance que se percibe desde hace años debido a la incapacidad para desarrollar un plan eficaz. En ese sentido, uno de los errores más habituales es confundir drogadicción con delito, lo cual da por resultado el diseño de políticas equivocadas, como las llevadas a cabo por los Estados Unidos, país con mayor cantidad de consumo. Tras las medidas adoptadas quedó demostrado que fue virtualmente imposible aplicar todo el peso de la ley a los adictos. Hasta la llegada de Barack Obama a la presidencia no era posible suponer un cambio en el manejo de la lucha contra las drogas. Pero, una serie de acciones acertadas, sumadas a su alianza estratégica con el presidente mexicano, hacen suponer que entramos en la construcción de un nuevo paradigma sobre el cual trabajar sobre el problema. Este paradigma declara que es el ser humano y no la droga el núcleo primordial sobre el que se debe poner atención. Por ese motivo, se trata de hacer una tarea preventiva y anticipatoria, ya que si no hay adicto no hay negocio. Es decir, el objetivo es poder debilitar al narcotráfico actuando sobre su punto más sensible: los clientes. Luego, hace un racconto en detalle sobre la historia de la legislación del consumo/ comercialización de drogas ilegales en nuestro país, el cual revela cómo el problema fue creciendo de manera sostenida hasta convertirse en una cuestión de gravedad absoluta. Finalmente, el libro se cierra con una serie de conclusiones expresadas en forma de citas desde las cuales el autor desgrana las razones que lo llevaron a incluir cada una de ellas en el texto. Antes de terminar, es importante realizar en esta reseña un breve comentario sobre la elección del título: “Es hora que me escuchen”, que podría considerarse un adequeísmo o queísmo. Por sugerencia del autor, que veía esta expresión más enfática que la tradicional: “Es hora de que me escuchen”, Ediciones Universidad del Salvador optó por aceptarla, basándose en dos argumentos: 1. Según los estudios de la Gramática Cognitiva, que establece que la intención del hablante determina la expresión, esta variación responde al objetivo de establecer una relación más directa entre el sustantivo (“hora”) y su especificador (“que me escuchen”); o sea, es una opción de estilo válida. Según estudios realizados sobre corpus por Nicole Delbecque, Schwenter y otros, cuando el hablante es el que afirma hay menos probabilidades de que la preposición esté presente; lo contrario ocurre cuando el hablante reporta algo que afirma una tercera persona, sin comprometerse con esa afirmación. 2. La Nueva Gramática de la Asociación de Academias de la Lengua Española recomienda, pero no prescribe el uso de la de detrás de sustantivo. Para comprobar lo afirmado, se puede consultar: sección o párrafo 43.6ñ, pág. 3252, edición 2009. En conclusión, es posible considerar a Es hora que me escuchen como la última etapa de una larga investigación/experimentación de políticas llevadas a cabo por Eduardo Duhalde en cada una de sus gestiones como intendente, diputado, gobernador y presidente. También es la suma de lo aprendido en todo ese tiempo, y la evolución que ese cúmulo de experiencias ha seguido hasta encontrar las claves para desarticular una problemática que desde siempre consideró como una de las mayores amenazas a las que una nación pueda estar expuesta. Reseña elaborada por: Mariano González Achi.
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El daño que el uso de drogas es capaz de producir en la sociedad y especialmente en la juventud ha sido desde siempre una de las prioridades en la carrera política de Eduardo Duhalde, quien en este libro ofrece el relato en primera persona de su largo camino recorrido buscando soluciones para esta problemática.
Comienza en 1984, cuando los primeros casos de adolescentes que aspiraban pegamento llegaron a los oídos del por entonces joven intendente de Lomas de Zamora. Así, el presente texto es casi un diario de viaje donde se registra un período de más de 20 años que contiene cada uno de los aciertos y desaciertos, los avances y retrocesos de una incansable búsqueda de respuestas, así como también la obra deja ver la determinación para obtener consenso en la aplicación de medidas conducentes.
De acuerdo con lo narrado, es difícil saber qué tarea representa mayores dificultades: si poder articular un mecanismo multidisciplinario que ayude a combatir el tema de las drogas o si poder despertar en los colegas políticos la preocupación necesaria que el problema requiere.
El libro se abre con un capítulo que aporta una pequeña lección de historia: la guerra del opio que sufrió principalmente China durante el siglo XIX. La elección de esta página poco conocida de sucesos que ocurrieron hace más de un siglo no es solo ilustrativa, sino aleccionadora, ya que repasando el origen y la resolución de los hechos podemos imaginar episodios similares muy cercanos en el tiempo.
El suceso histórico puede considerarse como un reflejo inquietante acerca de cómo en las guerras contra las drogas pueden repetirse los mismos errores. Cambian las sustancias y los protagonistas, pero ante la enorme potencia comercial del narcotráfico y su gravitación en el mercado mundial, los esfuerzos de los gobiernos parecen tener en común un destino de fracaso.
Duhalde hace hincapié en una serie de cuestiones que son fundamentales para entender cómo funcionan los engranajes del fenómeno del consumo de drogas y cuáles deberían ser los métodos a considerar para combatirlo.
Por un lado, señala que la droga es uno de los pocos problemas de alcance global que afecta a todos los países del mundo sin excepción y, por lo tanto, lo más lógico sería desarrollar (mas allá de las diferencias) una tarea conjunta. Después de todo, una de las sensaciones que las naciones pueden compartir con respecto a esta lucha es la impotencia y la falta de avance que se percibe desde hace años debido a la incapacidad para desarrollar un plan eficaz.
En ese sentido, uno de los errores más habituales es confundir drogadicción con delito, lo cual da por resultado el diseño de políticas equivocadas, como las llevadas a cabo por los Estados Unidos, país con mayor cantidad de consumo. Tras las medidas adoptadas quedó demostrado que fue virtualmente imposible aplicar todo el peso de la ley a los adictos. Hasta la llegada de Barack Obama a la presidencia no era posible suponer un cambio en el manejo de la lucha contra las drogas. Pero, una serie de acciones acertadas, sumadas a su alianza estratégica con el presidente mexicano, hacen suponer que entramos en la construcción de un nuevo paradigma sobre el cual trabajar sobre el problema.
Este paradigma declara que es el ser humano y no la droga el núcleo primordial sobre el que se debe poner atención. Por ese motivo, se trata de hacer una tarea preventiva y anticipatoria, ya que si no hay adicto no hay negocio. Es decir, el objetivo es poder debilitar al narcotráfico actuando sobre su punto más sensible: los clientes.
Luego, hace un racconto en detalle sobre la historia de la legislación del consumo/ comercialización de drogas ilegales en nuestro país, el cual revela cómo el problema fue creciendo de manera sostenida hasta convertirse en una cuestión de gravedad absoluta.
Finalmente, el libro se cierra con una serie de conclusiones expresadas en forma de citas desde las cuales el autor desgrana las razones que lo llevaron a incluir cada una de ellas en el texto.
Antes de terminar, es importante realizar en esta reseña un breve comentario sobre la elección del título: “Es hora que me escuchen”, que podría considerarse un adequeísmo o queísmo. Por sugerencia del autor, que veía esta expresión más enfática que la tradicional: “Es hora de que me escuchen”, Ediciones Universidad del Salvador optó por aceptarla, basándose en dos argumentos: 1. Según los estudios de la Gramática Cognitiva, que establece que la intención del hablante determina la expresión, esta variación responde al objetivo de establecer una relación más directa entre el sustantivo (“hora”) y su especificador (“que me escuchen”); o sea, es una opción de estilo válida. Según estudios realizados sobre corpus por Nicole Delbecque, Schwenter y otros, cuando el hablante es el que afirma hay menos probabilidades de que la preposición esté presente; lo contrario ocurre cuando el hablante reporta algo que afirma una tercera persona, sin comprometerse con esa afirmación. 2. La Nueva Gramática de la Asociación de Academias de la Lengua Española recomienda, pero no prescribe el uso de la de detrás de sustantivo. Para comprobar lo afirmado, se puede consultar: sección o párrafo 43.6ñ, pág. 3252, edición 2009.
En conclusión, es posible considerar a Es hora que me escuchen como la última etapa de una larga investigación/experimentación de políticas llevadas a cabo por Eduardo Duhalde en cada una de sus gestiones como intendente, diputado, gobernador y presidente. También es la suma de lo aprendido en todo ese tiempo, y la evolución que ese cúmulo de experiencias ha seguido hasta encontrar las claves para desarticular una problemática que desde siempre consideró como una de las mayores amenazas a las que una nación pueda estar expuesta.
Reseña elaborada por: Mariano González Achi.


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